domingo, 17 de febrero de 2013

Hubo una Vez.



Hubo una Vez que ya no quería ser, por ende, no fue más. Sin embargo, antes de no querer ser lo que fue había sido, sin duda, una Vez muy feliz, aunque llena de trabajo.

En cada escrito que se escribía con tesón (o sin él) y en cada cuento contado por alguien a otros alguienes, la Vez salía al baile, danzando sin parar e imperiosamente.

-Es casi una obligación nombrarme y entrar en cada historia... aunque siendo lo que era fui feliz, increíblemente - comentó a su psicoanalista en una de las tantas sesiones que cada martes tenía con él.

El psicoanalista se limitó a callar y la Vez que ya no era por decisión vecística propia pensó para sus adentros ya no Veceros que como ya no era más lo que fue, ni su más cercano amigo y consejero lo podría seguir ayudando en la reparación de sus confusiones. Y es que siendo ahora lo que no era ¿Cómo habría de ser algo?, se preguntaba.

Mas Vez (ex Vez), ya extraño y olvidadizo, ignoraba que su psicoanalista antes, en su anterior estado existencial, había sido Nada.



Mayda Plant

17/06/2012

Tu otra vida.



Repicar el canto que es esperanza y deseo eterno es lo que hace el águila, cada día, al emprender vuelo desde la montaña donde habita desde hace ya un tiempo. Nunca supo por qué llegó ahí, pero lo cierto es que desde el día en que decidió ("misteriosamente") instalarse en aquel lugar, su vida no ha dejado de vibrar.

Muchos -escucha por ahí- hablan de él como si lo hubiesen conocido de antes, como si él, asimismo, realmente hubiera existido antes.

A veces se dice en sueños, en el dormir onírico de las aves que vuelan libres por la existencia: "Extraña es la manera en que la vida se te aparece de frente y te propone cosas, y luego uno acepta y todo eso ¿entiendes?". Sin embargo, al despertar ya no recuerda nada, pues la memoria es frágil en la lucidez del día.

Él piensa que muchas cosas las ha imaginado, puesto que para él, para su visión, para su cuerpo, su mente y su entera existencialidad, la vida no es más que vida-águila y siendo águila en la vida presente ¿Qué otra cosa se puede hacer más que volar? "¡Pero la existencia es mucho más!" alguien dice. Él lo sabe.

Entonces en su memoria algo crepita, cierta frase elemental venida de un maestro del pensamiento que siempre le pareció familiar. Volando la dice:

"Así como una buena jornada produce un tranquilo sueño, una vida apacible genera una dulce muerte".



Mayda Plant

Diciembre/2011

Palmetazos a Lavín... ¡Oh! Poesía Pura.



¡Oh! Lavín, pirigüín, chiquitín
que hablais y discriminais
y con tus expresiones golpeais a los demás,
culata te salió por el tiro, diría tu amigo Piñerín.

¡Oh! Lavín, ministro opus dei, gestión por el suelo,
caída libre
manotazos iban y venían, poesía pura.
Alegas contra la violencia
y qué haces tú para mitigar la indolencia
de aquellos que la perpretan día a día
contra millones de comunes y ordinarios,
silvestres, urbanos y campestres.

¡Oh! Lavín, lluvias mil,
que Milhouse se vaya de Springfield
y proteste con los estudiantes chilenos por una mejora
en la educación,
por dignidad y respeto
and please (dice él) do not compare me any more with the stupid "Leivin".

¡Oh! Lavín, estupidín
que piensas que tu labor es jugar,
jugaron contigo estudiantes enfurecidos
y ganaron.
Game over (fuckin' nerd).

¡Oh! Lavín, qué divertida es la política
cuando a personajes como tú
los agarran a coscachos
¡que vivan los comunachos y que mueran los fachos!
consigna cool...
más cool fueron los golpes que recibiste,
oh, y cuando caiste... ¡qué chiste!

¡Oh! Lavín, Santiago a mil,
sacar a mil,
todo a mil,
te quiero mil (no, mentira)
¡me haces tanto reir!

Lavín, Lavín...



Mayda Plant

08/06/2011

Dioz Decide.



Y Dioz dijo: "La gente de corbata me cae bien".

Entonces...

Los niños del reino jugaban tranquilamente con sus bolitas de cristal. Tan delicadas eran éstas que el juego, naturalmente, no podía ser ni exagerado ni brusco, puesto que de lo contrario las esferitas quebradizas podían romperse. Era tal el modo de organización de los niños que jamás fue necesario que uno le corrigiese al otro que se había equivocado al manipular la canica o que aquella manera de tomarla estaba errada; que no la tires tan lejos, que tan fuerte está mal, que mejor por aquí, o no, por allá... nada de ello ocurría. Nada irregular ocurría. Y no ocurría, ya que a nadie se le ocurría caer en tales inusitaciones ocurrenciales.

Pero un día... sucedió.

A estas alturas poco importa decir que las cosas pasan "por una buena razón" y que la vida posee un destino que ya se escribió para todos. Tales historias se cuentan por parte, todos los días un pedazo, y cuando morimos, los dioses y sobre todo Dioz (que básicamente es el único dios que de verdad cree ser único), se ríen de nosotros al ver lo ilusos que fuimos, creyendo en ellos (en ÉL más, según él mismo) y en sus designios, como si la clave de la existencia fuese efectivamente aquella ciega fe; fidelidad esperanzada provista de necesidad humana tan vaga y baja, poseída, para colmo, por el miedo y la culpa (¡culpa de qué!).

Mas, de cualquier manera, lo hecho, hecho está.

Y lo que se hizo en el reino habitado por estos niños aquel fatídico día en que sucedieron las "inusitadas cosas de la ocurrencia" no manchó del todo la imagen de Dioz, ni del reino, pero sí desató su ira, profunda y absoluta.

El día aquel los niños jugaron, como todos los días de la vida, con sus frágiles bolitas de cristal, tan amadas y respetadas, y sagradas, por cierto. Sin embargo, pasó que de un momento a otro, y sin que nadie pudiera advertirlo, una de las canicas terminó partida en dos, tras caer fuertemente de un nosequé. Se pensó, desde luego, que la horrible falta había sido cometida por uno de los niños, entonces el juicio de infantes no se hizo esperar. Mas se descubría, en medio del caos, que ciertas personas vestidas de impecable manera, y con hermosas corbatas, merodeaban el infantil lugar.

Según los textos sagrados, a los niños nunca se les fue permitido usar corbata; ese privilegio era de exclusividad adulta. Por muy baratas y sencillas que fuesen algunas, su uso en infantes estaba prohibido. Se cree, por lo tanto, que uno de estos niños, influenciado tal vez por fuertes delirios de desobediencia e incorrección, se dejó llevar por la belleza del atuendo de nudo difícil que estas gentes llevaban con orgullo y vanidad en el cuello, y se lo puso. Lo usó, por mucho rato. Fue así como, embobado con tanta hermosura ilícita, descuidó su esferita y ésta cayó.

Dioz, que todo lo sabe porque todo lo ve, decidió oportuno cortar de raíz el "asunto de las bolitas y las corbatas" eliminando a todo niño que ese día jugó canicas. Los mató sin piedad, pero fue riguroso al guardar cada bolita de cristal, para luego éstas ser entregadas a los nuevos niños que pronto nacerían. También (hay que decirlo) guardó la bolita rota.

"Quizás con qué propósito" dijo alguien.

Nadie entendió, naturalmente. Y nadie intervino, más natural aún.



Mayda Plant

13/04/2010

El rebaño que se escapó.



Don Este tenía 300 ovejas y 20 de ellas eran rebeldes; jamás hacían caso. En reiteradas ocasiones Don Este debía recurrir a la varilla mágica para que las ovejas descarriadas se ordenaran un poco. Ciertamente que "un poco" era lo máximo que se podía lograr con estos animales trastocados, pues independiente de lo mucho que el caballero Este se encargara de organizarlas, de igual modo las ovejas generaban alboroto.

Nunca nadie en la vida podría haberse imaginado que el alboroto aquel estaba ligado a una gran revuelta que, secretamente, las ovejas concertaban día a día. 2 del grupo de "Las 20" eran las cabecillas. Planeaban la revolución desde hace meses. La idea era, sencillamente, escapar del lugar al que habían sido esclavizadas y en donde por años habían sido explotadas, y luego de eso, "tomarse el mundo". Sonaba fácil, bonito, simple, utópico, soñador. Sonaba a muchas cosas. Pero lo más importante para ellas era que sin el apoyo de las 280 ovejas que faltaban, el éxito de la hazaña no tendría para cuándo.

Cada día, mientras trabajaban en las faenas del campo, el grupo de Las 20 se juntaba, e ignorando por completo las instrucciones del amo, dialogaban enérgicamente sobre el ansiado momento. Todas concordaban en que la huida debía llegar rápido, puesto que ya les era imposible esperar más. "Estamos hartas de nuestra situación existencial. No queremos más humillaciones y malos tratos. Queremos ser libres. ¡Exigimos libertad!".

Creyendo oportuno obligar a las demás ovejas a que se escaparan junto a ellas, las cabecillas del grupo de Las 20 comentaron esta idea a sus secuaces, las que dichosamente respondieron que estaban de acuerdo.

Sin más ajetreo y diálogo innecesario, el día 6 de junio del año 2006, el grupo de Las 20, liderado por las 2 cabecillas, y las 280 ovejas restantes (ovejas obligadas), tomaron rumbo hacia el límite de la granja de Don Este, el que daba hacia un pastizal que aparentemente no pertenecía a nadie, y que además quedaba camino al Norte (y estas ovejas (las del grupo de Las 20, que eran letradas) habían leído mucho acerca del Norte).

Al encontrarse con el término de la finca y cruzar hacia la pradera prometida, el júbilo de las ovejas era tal que durante 15 minutos no pararon de gritar, saltar y correr en círculos. Sentían felicidad extrema, sentían que no cabían en la lana. Habían burlado toda medida de seguridad de Don Este y por fin habían escapado. Eran libres.

Las 2 cabecillas, más las 18 ovejas (grupo de Las 20), decidieron (luego de la disfrutante celebración) partir primero, y siguieron la caminata como se había acordado: rumbo al Norte, muy al Norte, lo más al Norte que pudiera existir. Mas no alcanzaron a dar 30 pasos, porque, de pronto, cayeron todas al vacío. Un precipicio de más de 50 metros las tomó por sorpresa. Murieron, por supuesto.

Las 280 ovejas que quedaron atrás miraron perplejas la escena. Se observaron entre ellas durante unos segundos y súbitamente comenzaron a gritar, saltar y a correr en círculos, igual que hace un instante. Claro que esta vez gritaron más fuerte, saltaron más alto y corrieron muchísimas veces en círculos. Eran libres. Ahora sí.



Mayda Plant

02/10/2009

La pena de Alguien.



Se encerró porque nunca logró sentirse a gusto con lo que había afuera. Muchos metidos le aconsejaron que mirara de nuevo, y ojalá durante horas, "la hermosura del exterior". Pero para él esta acción ya no tenía sentido. Expresaba: "el verdadero sentido está provisto de cosas únicas, hechos que escapan a toda lógica y orden establecido; posee desparpajo y no teme decir NO al sentido impuesto por otros".

Varios de los metidos que le aconsejaron, hicieron, así también, alarde del efecto que en ellos lograba, no sólo mirar hacia afuera, sino vivir del afuera: deleitarse con el afuera, regocijarse en el afuera, bañarse en las aguas que están afuera hasta colmarse de ellas, y finalmente convertirse en AFUERA. Una fiebre afueriósica parecía apoderarse de las personas. Mas ¿cómo podrían éstas entender que el encerrado no necesitaba sumergirse en actos tan ajenos a la propia esencia, para dotarse, asimismo, de sentido?.


La verdad era que le temían; temían de su caracter distinto, pues sospechaban que en aquella clase de temperamento se ocultaban profundas e insólitas penas. Y las penas, para estas gentes, muy dañinas podían ser. Argumentaban que la tristeza era contagiosa, y que a causa de eso el repudio era tal. Escapar de la amargura, por lo tanto, se volvía imprescindible.


Entonces dijo abiertamente: "existe una pena que me invade". Y los presentes decidieron que era oportuno arrancar.




Mayda Plant

29/07/2009

El Universo Absurdo.



Hubo una vez, una absurda vez, un universo llamado Universo Absurdo, en el cual las cosas más absurdas podían suceder. Las personas, muy absurdas, hacían y decían cosas que rayaban en lo absurdo, y vivían en casas de adobe absurdo. En el día cultivaban absurdamente la tierra absurda, y luego comían papas y maíz de lo más absurdo; y el pan, amasado absurdamente, se comía y se comía, porque era una obligación absurdicionista comerlo. Por las noches, la mayoría de los absurdos y absurdas, solían dormir tal cual las leyes del absurdicionismo dictaban, pero otros, otros absurdos más "osados", no seguían las leyes absurdicionistas, ya que absurdamente argumentaban que nada de lo "absurdo a secas" iba con ellos, que ellos eran absurdos rebeldes, absurdos con estilo absurdista de la Nueva Era.

En las charlas absurdas de los bares más absurdos del Universo Absurdo, la gente que era "rebelde absurda", absurdía, en la más profunda absurdidad del absurdo cerebro, planes absurdistas-rebeldes para lograr derrocar al Imperio absurdo liderado por los absurdos-a-secas. Por ningún motivo los revolucionarios absurdos darían su absurdo brazo a torcer, de modo que un día, un día de lluvia absurda, se organizaron y absurdamente atacaron la absurda Casa de Gobierno (gobierno absurdo).

En la absurdidad de la guerra absurda, los absurdos soldados del lado del gobierno absurdo, disparaban a diestra y siniestra absurda a todo aquel que se cruzara por el camino absurdo. Los absurdistas-rebeldes, armados hasta las orejas absurdas, no demostraron temor absurdo alguno, y siguieron absurdiosamente luchando, como era de absurdamente esperarse, hasta el final del día absurdo.

¡Y vaya qué absurdo! Ganaron, absurdistamente hablando, ganaron los "absurdos con estilo absurdista de la Nueva Era". El Absurdismo venció al Absurdicionismo; y eso había que celebrarlo de la manera más absurdiósicamente absurda. Entonces saltaron las champañas absurdas; las personas, hombres absurdos y mujeres absurdas, reían y festejaban absurdiosamente, porque los absurdistas ahora absurdamente gobernarían el, antes "gobierno absurdo", ahora "gobierno absurdo-rebelde".

Y mientras absurdamente seguía la fiesta absurda, uno de los absurdos asistentes, un absurdo equis que ningún absurdo o absurda absurdamente conocía, pues era un absurdo "no-famoso", pensó para sí mismo, en su absurdo pensar ahora absurdista:

"Cambiamos el gobierno y no el universo... qué absurdo"



Mayda Plant

20/02/2009

Hace un año...


Hace un año di la PSU por primera (y última vez)
y mi NEM se perdió.


Hace un año el colegio, las instituciones estudiantiles
y toda la educación chilena se rieron de mí,
me escupieron la cara, me humillaron,
lavaron sus manos
y ahí quedé.

Hace un año discutí, lidié, combatí
y gané
y mi NEM fue recuperado.

Hace un año meditaba sobre 
cómo era posible que a alguien se le pudiera perder el nem;
o sea "jelouuu"
sólo estar poseído por una maldición, lo explicaría
sino, cómo...

Hace un año salía del "paso"
cuando de pronto (de pronto, siempre es DE PRONTO)
aquel Ser que atormenta mi vida 
bestialmente aparecía para destruir lo poco que
de ella va quedando.

Hace un año se agotó mi paciencia
y este maldito Ser se encontró con mi ira,
desenfreno expresado
a causa de acumulaciones sin sentido.

Hace un año, en la pelea con este Ser
destrocé el campo de batalla;
todo, en cuestión de minutos
quedó sepultado, nada en pie
y el Ser, asustado ahora
se retiraba
para reflexionar, quizás;
quizás...

Hace un año me daba lo mismo ser:
inteligente, linda, fea, simpática,
mal genio, desagradable, ácida,
aguda, analítica, escritora, bipolar, 
malvada, arrogante, soberbia, infantil, 
fome, absurda, loca, creativa, ausente;
me daba igual morir o vivir,
estar o no estar.

Hace un año decidí que debía pasar la noche
en esa plaza que elegí para
pasar la noche;
era justamente la plaza que andaba buscando,
la plaza que me cobijaría
en el momento más triste y extraño
que algún dios malo me hizo vivir.

Hace un año mi mamá lloraba
porque pensaba que yo quería morir, pero
¿qué sabe ella de la muerte?
¿qué sabe ella de lo que yo quiero para mí?

Hace un año volví, y dormí, y ese sueño
me pareció eterno, mas cuando desperté
daba la impresión de que las cosas podían ser
un poco mejor.

Hace un año traté de disfrutar
el día que me parecía mejor,
y entonces... algo pasó...

Pasó algo, hace un año,
algo que me hizo replantear
ciertas ideas.

Hace un año
él murió,
el de ideas políticas distintas,
el amigo del que nadie es amigo,
trágicamente murió.

Hace un año pena no sentí por él
(tal vez sí recogimiento)
porque nunca le tuve simpatía,
sin embargo, su muerte trajo consigo
oscuros designios
que sólo el destino conocía.

Hace un año el Ser maligno
que, por cierto es
amigo del que murió hace un año,
también pudo haber muerto;
"casi" murió, pero no lo hizo
porque YO lo salvé.

Hace un año salvé al asesino de sueños,
de la muerte
porque el desastre de hace un año 
(el desastre en mí misma y en la batalla,
mi descontrol, mi furia extrema)
hizo posible que el ánimo de la bestia
se desgastara, y por ende, se librara del accidente, 
allá lejos, allá afuera.

Hace un año cambié el camino,
irrumpí en lo que debe y no debe ser,
conocí la vida y la muerte
de cerca, y aún no entiendo
¿quién podría entender?

Hace un año pasó lo que debía pasar,
pero... ¿por qué?



Mayda Plant

23/12/2008

El cazador de sombras.



La noche estaba muy fría como para que pudiera recordar con exactitud lo que había ocurrido. El detective encargado de investigar el caso trató de dialogar con él, pero fue imposible sacarle palabra alguna. Estaba en shock. Y a decir verdad, el frío de la noche poco o nada tenía que ver con que él no pudiera recordar; en realidad, ese sólo había sido el pretexto. Y no era para menos, después de lo ocurrido cualquiera decide no tener memoria y no hablar nunca más.

-Es que no se trata de decidir- dijo al fin Nicolás, que miraba con ojos desorbitados al detective- sino de aceptar la idea de que hablar será mi condena-.

Ciertamente nadie le entendió y por lo mismo pensaron que era uno más de tantos otros típicos jóvenes que se vuelven locos debido a la adicción a alguna droga y que alucinan con cuanta cosa fantasmagórica exista. Así es que el detective decidió, junto a los policías que le acompañaban, que era mejor que dejaran en paz al "asustado muchacho" (eufemísticamente hablando, por cierto, pues le hubiera encantado decir enfermo-estúpido-iluso muchacho).

Esa noche Nicolás dormiría en prisión, pero... jamás durmió. ¿Qué le había pasado al pobre Nico? Pobre, sin duda, porque no tenía más que la ropa que traía puesta y dos mil pesos que le había robado a un compañero de trabajo de la billetera y que ahora mantenía en su bolsillo derecho. Se tocó el bolsillo como tratando de asegurarse de algo que ya se había asegurado antes... y créeme, se debe haber tocado unas 50 veces el bolsillo de su tembloroso y sucio pantalón para verificar si sus billetes ahí estaban, mas en lo absurdo que eso podía ser él mismo entendía que no sacaba nada con seguir haciéndolo, puesto que ya todo estaba perdido; independiente de la cantidad, el dinero no le servía, ya no. Pensó en ello y un escalofrío brutal recorrió su cuerpo. Él sabía, sabía todo, sin embargo, ¿Qué era lo que sabía? Sabía, desde luego, de espíritus, de duendes, de brujas, de vampiros, de monstruos varios, pues su debilidad eran las novelas de fantasía y terror. Las leía con fervor, les dedicaba mucho tiempo, muchas horas de su vida. Y en su obsesión y delirio con esto, es decir, con que esto pudiera no ser ficción y ser, efectivamente, parte de la realidad, llegó a creer que los dos mundos, el ficticio y el real, eran uno sólo y que la razón por la cual los monstruos no se presentan ante nosotros abiertamente es porque éstos prefieren andar en las sombras, escondidos como el sol que se esconde por las noches (o como a nosotros nos parece que se esconde) y silenciosos y ausentes como los dioses frente a las plegarias humanas.

Debido a ello, Nicolás, un día, ya hastiado de su aburrida e inerte "verdadera vida" -muy a pesar de sí mismo así llamaba a esa parte de su existencia que nada tenía que ver con la magia novelesca de sus secretas fantasías, ya que tenía claro que fuera de todo aquel universo imaginario (y a ratos, no tan imaginario) había allá afuera un planeta que funcionaba de acuerdo al incesante movimiento de las manecillas del reloj- decidió oportuno salir a las calles a buscar a estos seres del Más Allá para traerlos al Más Acá y con eso demostrarles a todos que no estaba loco, que sus ideas eran cuerdas y brillantes, y entonces dejar de ser la figura sombreada que por siempre había sido y ser, por única vez en su vida, respetado y admirado por ese pueblucho que tanto le importaba (por qué habría de importarle, se preguntarán). Así también, puedo decir que tal pasatiempo, que lo mantenía ocupado sólo algunas veces, cuando su laboralidad se lo permitía, le hizo merecedor del apodo "el cazador de sombras", cruel apodo que por alguna misteriosa razón parecía llevar con orgullo, a pesar de las burlas de ciertos lugareños que lo conocían.

Pero... siguiendo. Luego de aquella espeluznante noche Nicolás supo más, mucho más, muchísimo más de lo que él pensó que podía ser posible saber.

Y entonces...

La noche en que acaecieron los extraños hechos que dejaron a Nicolás sin habla y sin memoria empezó cuando se dirigía, como todos los días normales de su soporífera vida, a su casa después de haber trabajado arduamente en las labores correspondientes a la empresa donde era empleado. Odiaba a su jefe tanto como le tenía miedo por ende no se sentía capaz de contradecirlo ni menos de enojarse con él o como quizás te podrás imaginar tampoco era capaz de caer en ese juego infantil de hacer muecas y gestos cuando algo no le parecía bien, por lo que hacía caso en todo lo que el mandamás dictara, como un escolar atemorizado. Y para colmo, justo aquel día en que el hecho fatídico ocurrió, el "detestable" (así llamaba en secreto al jefe) le había dado una orden imposible de eludir -como todas las demás órdenes, en realidad, aunque ésta era de importancia extrema, por lo que por ningún motivo podría zafarse tan fácilmente- y es por esa razón que mientras caminaba hacia su casa se sentía muy cansado y con rabia. No podía dejar de pensar en su antipático jefe. Se le vino a la cabeza, posiblemente como euforizada reflexión la idea de acabar definitivamente con él:

- Triturarle las piernas con cualquier cosa que sirviera para ese fin.
- Romperle la cabeza con el escritorio de la oficina y aplastarle el cerebro hasta convertirlo en puré rojo.
- Golpearlo hasta hacerlo desaparecer de una vez por todas de la faz de la tierra.
- Etc.

Y no obstante, mientras meditaba en ello, sintió que alguien lo observaba ¿Has sentido eso alguna vez? Independiente de la manera en que tú estés: caminando, sentado, de pie, inmóvil, aquella horrible sensación de que hay alguien mirándote desde algún lugar cercano es paralizadora y definitivamente repugnante. Nicolás se sintió intimidado y una brisa estremecedora caló hondo su cuerpo. Paró un momento. Miró hacia atrás, miró hacia los lados, pero no vio a nadie. Siguió su paso como si nada, quizás para no pensar en el miedo ("el miedo al miedo es el peor miedo que existe", sentenciaba a veces). Aunque no alcanzó a dar ni tres pasos más cuando, repentinamente, esa misma sensación de observado lo invadió de nuevo. Mas esta vez fue peor, ya que aquella sensación estaba acompañada de extraños sonidos... parecían pasos, pasos de gente, o algo, algo corriendo, y sí, eran voces, voces incomprensibles, casi como susurros. Se asustó.

-¿¡Quién anda ahí!?- gritó.
-YO...- escuchó.

Y por favor, debes creerme: tanto fue el impacto al oír respuesta que se meó de terror, dejando un gran charco a su alrededor, que, segundos más tarde fueron hilitos de orina, y como broche de oro uno de los hilos orinativos fue a dar a la "cosa" que le había hablado. Era tan chocante verlo que Nicolás tuvo que abrir demasiado sus ojos y luego achicarlos para lograr enfocar su mirada y poder resistir la mirada penetrante de la "cosa-monstruo". Inmediatamente asumió que era uno de ellos, pues insistía (siempre insistió) en conocerlos como la palma de su mano. Los ojos de este Ser eran de un azul eléctrico, muy grandes y su cuerpo no se veía con total claridad, puesto que se hallaba en la penumbra. Tantas veces leyó sobre aquellas criaturas ficticias y tanto se emocionó creyendo, alucinando y ¡pff! ahora, frente a frente con uno de ellos se cagaba de miedo. Qué despreciable. Él se sabía despreciable, sin embargo, no sacaba mucho con autoflagelarse en esos instantes, puesto que su vida corría peligro (¿tanto así?).

De manera muy rápida el monstruo levanta su brazo apuntando hacia Nicolás y un destello de mil colores surge atravesándole las piernas, rompiéndole los pantalones, haciéndole sangrar antiguas heridas de batallas infantiles. Nicolás reacciona y trata de defenderse, se mueve, corre, mas en su intento por escapar tropieza con algo (nunca supo con qué) y cae, derrotado. Ante sus ojos: un par de piernas asquerosamente escalofriantes. Mira hacia arriba y el monstruo, ahora de ojos rojos, tan intensos como la sangre que brotaba de sus rodillas, esta vez se expresaba directamente:

-Humano, tu condena se acerca... NO HABLES- dijo.

Despertó en la estación de policía, entendiendo poco y tratando de no acordarse de lo ocurrido. Pero de igual modo no pudo dejar atrás el inusual suceso, pues la memoria, querámoslo o no, siempre se encarga de hacernos recordar lo que DEBE SER RECORDADO Y QUE QUEREMOS SEA OLVIDADO. Estaba detenido por ser el único sospechoso del incendio intencional de una de las tantas casonas que, con pedantería, conservaba aquel pueblucho en el que vivía.

Nicolás, impresionado de sobremanera con la detención -pues por más que lograra esforzarse removiendo entre sus recuerdos, en su memoria no encontraba el archivo del siniestro- suponía que todo había sido un malentendido. Seguramente alguien se había aprovechado de su ingenua manera y lo habían hecho culpable de algo que desconocía.

-A no ser que...- pensó en voz alta -las horribles criaturas de las sombras robaran parte de mis recuerdos y efectivamente yo haya cometido el delito...-

Estaba confundido, ahora más que nunca. Se encontraba en su celda, solo, con poca luz. Tenía miedo, estaba aterrado, sin embargo ¿por qué habría de tener tanto miedo? ¿era necesario? De igual modo no podía dejar de sentirlo.

Meditaba en su futuro, en el porvenir atestado de inútiles juicios que nada tenían que ver con él, y con matanzas y quizás qué cosas que fueran capaces de hacer los macabros seres-monstruos que acababa de "conocer".

Y sin previo aviso, todo se oscurece. La luz de la luna desaparece, los pobres focos de la habitación se apagan y... dos ojos, azules hacen su aparición. Nicolás grita desesperadamente, se toma de los barrotes y pide ayuda.

-¡Auxilio! ¡auxilio! ¡que alguien me salve de esta pesadilla!- bramaba.

Pero ya era tarde, nadie le escuchaba. El detective no estaba, los policías tampoco y allá afuera parecía no haber gente, era como si el pueblo entero hubiera desaparecido. Miró hacia la calle y vio que cientos de ojos azules y rojos se le aproximaban y vociferaban la palabra "CONDENADO". Pensó que moría. Y allí, en aquel instante de extremo nerviosismo entre estos dos seres, humano y monstruo, la criatura maldita, perversa, execrable antes los ojos de Nicolás, expresaba, tal vez por última vez.

-Tu condena, humano... TRABAJA Y NO HABLES.

Y de Nicolás... ni la sombra.



Mayda Plant

Octubre/2008