domingo, 17 de febrero de 2013

Dioz Decide.



Y Dioz dijo: "La gente de corbata me cae bien".

Entonces...

Los niños del reino jugaban tranquilamente con sus bolitas de cristal. Tan delicadas eran éstas que el juego, naturalmente, no podía ser ni exagerado ni brusco, puesto que de lo contrario las esferitas quebradizas podían romperse. Era tal el modo de organización de los niños que jamás fue necesario que uno le corrigiese al otro que se había equivocado al manipular la canica o que aquella manera de tomarla estaba errada; que no la tires tan lejos, que tan fuerte está mal, que mejor por aquí, o no, por allá... nada de ello ocurría. Nada irregular ocurría. Y no ocurría, ya que a nadie se le ocurría caer en tales inusitaciones ocurrenciales.

Pero un día... sucedió.

A estas alturas poco importa decir que las cosas pasan "por una buena razón" y que la vida posee un destino que ya se escribió para todos. Tales historias se cuentan por parte, todos los días un pedazo, y cuando morimos, los dioses y sobre todo Dioz (que básicamente es el único dios que de verdad cree ser único), se ríen de nosotros al ver lo ilusos que fuimos, creyendo en ellos (en ÉL más, según él mismo) y en sus designios, como si la clave de la existencia fuese efectivamente aquella ciega fe; fidelidad esperanzada provista de necesidad humana tan vaga y baja, poseída, para colmo, por el miedo y la culpa (¡culpa de qué!).

Mas, de cualquier manera, lo hecho, hecho está.

Y lo que se hizo en el reino habitado por estos niños aquel fatídico día en que sucedieron las "inusitadas cosas de la ocurrencia" no manchó del todo la imagen de Dioz, ni del reino, pero sí desató su ira, profunda y absoluta.

El día aquel los niños jugaron, como todos los días de la vida, con sus frágiles bolitas de cristal, tan amadas y respetadas, y sagradas, por cierto. Sin embargo, pasó que de un momento a otro, y sin que nadie pudiera advertirlo, una de las canicas terminó partida en dos, tras caer fuertemente de un nosequé. Se pensó, desde luego, que la horrible falta había sido cometida por uno de los niños, entonces el juicio de infantes no se hizo esperar. Mas se descubría, en medio del caos, que ciertas personas vestidas de impecable manera, y con hermosas corbatas, merodeaban el infantil lugar.

Según los textos sagrados, a los niños nunca se les fue permitido usar corbata; ese privilegio era de exclusividad adulta. Por muy baratas y sencillas que fuesen algunas, su uso en infantes estaba prohibido. Se cree, por lo tanto, que uno de estos niños, influenciado tal vez por fuertes delirios de desobediencia e incorrección, se dejó llevar por la belleza del atuendo de nudo difícil que estas gentes llevaban con orgullo y vanidad en el cuello, y se lo puso. Lo usó, por mucho rato. Fue así como, embobado con tanta hermosura ilícita, descuidó su esferita y ésta cayó.

Dioz, que todo lo sabe porque todo lo ve, decidió oportuno cortar de raíz el "asunto de las bolitas y las corbatas" eliminando a todo niño que ese día jugó canicas. Los mató sin piedad, pero fue riguroso al guardar cada bolita de cristal, para luego éstas ser entregadas a los nuevos niños que pronto nacerían. También (hay que decirlo) guardó la bolita rota.

"Quizás con qué propósito" dijo alguien.

Nadie entendió, naturalmente. Y nadie intervino, más natural aún.



Mayda Plant

13/04/2010

1 comentario:

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